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12/04/2020

Dualidad

La realidad es compleja, plurivalente. Me asomo a la ventana como cada día y observo una constelación de pequeñas aberturas, pequeños mundos frente al mío. Todos estamos inmersos en el mismo problema, pero cada cual es posible que lo viva desde una perspectiva distinta, aunque compartamos el mismo horizonte. En este momento la realidad es desbordante, hiperreal. Cuando esto sucede hay un gran riesgo de que sea confundida con la ficción, con un mundo construido, soñado y representado por otros, mostrado a través de imágenes que sustituyen a lo real como los pronombres sustituyen a los nombres. Esa perspectiva sostenida en el tiempo puede generar una psicosis social, como una música disonante que se prolonga demasiado.

Solo recuerdo un par de casos, que se han convertido en fechas históricas, en los que los medios de comunicación me despertaron con noticias similares a ficciones, que en ese preciso instante se parecían a las del tipo La guerra de los mundos, o con imágenes que mi mente jamás hubiera podido llegar a pensar que eran reales, sino el resultado de un proceso de postproducción en un estudio de cine.

Me pregunto cómo vivirían la pandemia a principios de siglo, en la Edad Media, o en tiempos de Marco Aurelio. Los historiadores deben conocer los detalles, incluso los síntomas de la enfermedad en los sufrientes. Es posible, pensando de forma apocalíptica, que la decadencia de una civilización venga marcada por estas plagas como un sello divino. ¿No sería necesario reflexionar un poco y hacer algunos cambios antes de que esto pudiera sucedernos a nosotros? ¿Somos ya una cultura agonista, o es esta simplemente una página que tenemos que pasar en nuestra historia colectiva?

Se lo comento con frecuencia a mi gato mientras le hago cosquillas en la barriga para no importunarlo demasiado con cuestiones trascendentales, que le suelen producir bostezos, o un hipo extraño si son demasiado complejas y se las dices muy de cerca al oído. Hoy le he planteado una mientras estábamos sentados en el sofá, aprovechando que estaba casi dormido: al final, cuando todo esto acabe, es posible que volvamos a origen. Al escuchar esta frase se ha puesto a relamerse en su ritual de desinfección cotidiano, provocado por la frecuencia y la vibración sonora, o simplemente por hastío.

El origen es la simplicidad, lo sencillo, lo primordial. El origen sería, por tanto, la dualidad de la que partíamos antes de que toda nuestra realidad se complicase. Si volvemos al origen, lo múltiple se disolverá y quedarán sólo los opuestos, que en segmentos temporales concretos llegarán a conciliarse, pues en una oposición continua es imposible cualquier desarrollo social, natural o humano, excepto para Wittgenstein o unos pocos como él, que lograron escribir grandes obras en plena guerra, pero no sucede así para el común de los mortales. Demasiado mortales somos en este momento.

Escher, Lazo y unión (1956)
Escher, Lazo de unión (1956)

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