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26/12/2021

Microdetonaciones

Un silencio ensordecedor que penetra por los resquicios de las puertas y las ventanas nos invade desde hace algún tiempo. El eco del vacío retumba en las paredes y ningún ser vivo o cosa es capaz de romperlo, solo la respiración y los latidos del corazón humano lo quiebran a veces. Las calles vacías y los edificios en pie, los hospitales llenos, la escasez de alimento en las estanterías de los supermercados, las colas de necesitados en los comedores sociales, todo lo que en otros tiempos pudieran ser indicios de una guerra, son estampas del paso del virus por nuestro planeta.

No solo las emociones, también las ideologías son producidas y detonadas en cada galería de la caverna. La violencia, a veces muda, otras veces resonante como un eco ensordecedor, se manifiesta en sus corredores. Solo lo puramente irracional o lo excesivamente racional, en tanto que dogma, puede ser susceptible de materializarse en violencia y dolor. Los dos extremos del círculo ya se tocaron hace tiempo.

El imperio de la pasión -emocional, sexual- así como el de la lógica, transformado en afán de dominio y control excesivos, se metamorfosean en miles de formas de violencia, diosa proteica de la sociedad contemporánea, consumida en las imágenes y en los espectáculos de masas y también consumada, detonada a cada instante. Ambos extremos son una y la misma cosa y se transforman en el interior del mismo flujo. La posesión desmedida consume al ser humano y lo posee por entero al pasear por sus galerías, de pantalla en pantalla, de imagen en imagen, de cuerpo en cuerpo, sin verse a sí mismo, queriendo ser, tener y poseer, queriendo el vacío. A veces el hombre no es más que un pronombre posesivo.

Amar es consumir. Consumir objetos, cuerpos, violencia y en ese acto casi compulsivo, dejar de ser lo poco que se es y acabar fundiéndose en el flujo oceánico de la masa, el enjambre, el cuerpo deseado, en las imágenes como objeto de pulsión. La pulsión escópica es el resultado de la transparencia de la fórmula en tanto que axioma vacío, forma parte del mismo mecanismo racional que se ha acabado encarnando en la biología sufriendo el cuerpo el proceso inverso: lo racional transformando el instinto, el afán de transparencia transformado en instinto.

En la caverna todo tiende a transformarse en imagen espectacular para satisfacer esa pulsión, cualquier suceso es transformado rápidamente en espectáculo, en drama sin guión, en dosis de violencia o de belleza listas para ser consumidas. Realidad y ficción simplemente se han invertido, el sujeto se desrealiza y realiza, se disuelve y se constituye en un flujo ficcional de relatos entrelazados en el que está inserto o forma parte del susceptible material espectacular ficcional a consumir.

Transformarse en flujo, acabar de desrealizarse en lo fluido, en un vaivén constante de disoluciones progresivas a lo largo del tiempo a modo de catarsis, en eso consiste ser, en ser uno con lo fluyente. Este vaivén como de olas, avanza y se retrae según las medidas del azar o la elección, erosionando al yo, que nunca fue tan voluble y a la vez tan plenamente autoconsciente. La muerte no es más que la disolución total, también progresiva. Después, todo vuelve a empezar de otra forma, tan similar y tan distinta, tan igual y tan única. Sólo queda para algunos el espacio no ocupado por el cuerpo y una trama de relatos que llamamos recuerdos.

Las ideologías, fosilizadas en dogmas pétreos rezuman con frecuencia destellos de dolor en la contradicción de sus polaridades, que pueden llegar a ser tan absolutamente excluyentes como exponencialmente irracionales, en medio de una racionalidad tan lógica como dogmática. Una racionalidad numérica que todo lo envuelve y en cuyo flujo se cobija el hombre, que sin asideros ni barandillas es arrastrado por la corriente multiforme, que a veces parece transformarse en un oasis que no es más que una ilusión óptica: idolatría de la imagen.

Arrastrado por el flujo multiforme del vacío, que se llena de cualquier cosa, las creencias se metamorfosean en culto a lo espectacular, o en adoración inconsciente a la belleza, a la matemática encarnada en la materia, a lo radicalmente trivial como símbolo de lo absoluto en lo efímero. El cuerpo hecho imperio de deleite y mercancía, objeto de posesión, contemplación, consumo y delito. El suceder de las imágenes se complementa con el flujo numérico de las cuentas corrientes en contraste con la idea hecha dogma. La trinidad de la violencia: pasión, dogma y belleza, entendidas como simulacros. Imagen-devenir, dogma-apariencia y belleza efímera, lo que Platón jamás hubiera imaginado.

Al hombre, transido de conflicto, diluido en su contradicción interna, se le oponen las fuerzas de toda su historia en el presente y debe resolverlo. Uno de los rostros de la naturaleza es la violencia, ciega en el caso de lo natural, estetizada y transformada en imagen en la caverna. No podremos erradicarla jamás, solo atenuarla o canalizarla. En la caverna se transforma además en objeto de consumo. Al consumir violencia se producen microdetonaciones ficticias y reales que entran en una dialéctica circular infinita y se solidifican y encarnan en patrones repetitivos de respuesta que se replican de forma normalizada y se materializan polimórficamente. Lo ideal es sublimarla o transformarla en cosa. Habita dentro de todos nosotros, en las profundidades insondables de nuestra cueva, en el más recóndito resquicio de nuestra epidermis, en dialéctica entre el cuerpo y el coltano pulido en un fundido en negro. Lo mejor es no despertar nunca a la serpiente, dios sabe en qué molécula o en qué pixel puede anidar.

Nada debe ser dicho, todo decir es una desrealización, una disolución en lo vacuo, una transformación del yo en el fluido del lenguaje, en la proliferación infinita de la nada, de ahí que reine el silencio y el sonido del mar. El virus también se replica dentro del ciclo de transformaciones. En esta dialéctica parece que en cada cambio se atenúa su iniquidad mientras aumenta proporcionalmente su capacidad de contagio. Ómicron es la última variante de su lenguaje biológico proteico.

No sé dónde está mi gato, lo perdí de vista en septiembre, a veces de pequeño me arañaba. Pese a dormir plácidamente durante el día, de noche es un cazador nato, ningún insecto se le resiste. Hoy estoy cansada, voy a apagar la televisión. Ningún flujo de imágenes me convence, no suelo contentarme con cualquier simulacro.

El grito (1893), Edvard Munch


01/12/2021

Textos UD3_Tipos de metafísica

 A través de esta selección de textos y la tabla adjunta podrás profundizar en los aspectos teóricos de la UD_3, en concreto del apartado 2_Tipos de metafísica, de forma que al comentarlos aplicarás la teoría fijando los conceptos y adquiriendo progresivamente destrezas para realizar comentarios de textos guiados.