Es preciso analizar las palabras. Muchas veces éstas se
refieren a sucesos, acontecimientos o acciones que hemos incorporado a nuestra
vida cotidiana. Las palabras convierten en cotidiano lo extraordinario, como es
el caso del sintagma nominal “nueva normalidad”, hasta tal punto que hemos
normalizado la atípica “normalidad” convirtiéndola en algo cotidiano, cuando en
realidad no lo es. Esta es una característica de la pandemia, pero la
introyección de estas vivencias y nuevos significados no sería posible sin los
artífices de la imagen del mundo en la caverna: los medios de comunicación.
Escuchamos tantas veces a lo largo del día ese sintagma, que
se transforma casi en un objeto cotidiano. Todos los agentes comunicadores
repiten el sintagma hasta que resuena por las laberínticas galerías de la
caverna:
-“Nueva normalidad”, dice el locutor de las noticias del
mediodía, que comenta la frase del Ministro de Sanidad.
-“Damos comienzo a la nueva normalidad tras haber superado la
tercera fase de la desescalada”, comenta la locutora de radio en un programa vespertino.
Me pregunto si puede haber una normalidad nueva y si es así y
es tan normal qué necesidad hay de repetirlo tanto: la normalidad es normal por
definición y por costumbre, no por repetición. La normalidad es lo obvio, es
tan obvia que no hay necesidad alguna de subrayarla de forma tan insistente. La
normalidad es lo cotidiano y por este motivo nos pasa desapercibida, a no ser
que hayamos normalizado lo aberrante, lo grotesco y necesitemos torcer el
lenguaje para hacerlo común.
Por más que pregonen en la caverna locutores, comentaristas y
agentes creadores de pseudosignificado algo
llamado “nueva normalidad”, ni a mí ni a mi gato logran convencernos. A mi gato
porque le es ajeno el lenguaje articulado y solo responde a sonidos concretos que
aluden a mimos, riñas o satisfacción culinaria, que suele diferenciar por el
tono de la onda sonora percibida. A mí porque nunca he vivido una “normalidad”,
por lo que el sintagma nominal me produce ironía, figura con la que, a duras penas, suelo traducir el cinismo
de la sociedad contemporánea.
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Francisco de Goya, Caprichos, estampa 79 (1797-1799) |
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