Temas candentes

25/06/2020

Distopía II

Es difícil de explicar lo que sucede en la sociedad contemporánea, por llamarlo de alguna forma, yo lo llamo postviolencia. Se trata de una situación atípica en la que la cultura como refugio humano degenera hasta tal punto que ejerce una violencia intangible sobre los principios que la hacen posible, entre ellos, la humanidad y los seres humanos vivientes, que realizan este concepto.

Los discursos ideológicos enmascaran las distópicas realidades de la sociedad contemporánea. Resulta paradójico, pero el hombre no ha salido aún de la cueva, simplemente la hemos prolongado: hemos construido una caverna masificada y tecnificada. La humanidad es un concepto utópico en nuestra cultura contemporánea, un destello. Pese a ello, su eco resuena en todos los medios de comunicación y se materializa en redes de ayuda: fundaciones y organizaciones sin ánimo de lucro, como suele suceder en la caverna. La cultura contemporánea tiene su raíz en la subversión de este concepto y en la negación del sujeto, pese a que los discursos puedan decir lo contrario. Estos son los principios del nihilismo tecnificado que nos asola. La violencia del cavernícola se ha refinado hasta el extremo, de forma que el hacha de sílex se descompone en las moléculas de una bacteria o en las decisiones corporativas adoptadas en función de los intereses de ciertos grupos de poder.

La aberración ha conquistado al hombre del siglo veintiuno, presa de las tentaciones de la sociedad tecnificada. Las pasiones del Giges contemporáneo se reflejan en su tiempo: en su pseudodiscurso vacío, en su pseudohacer, cuya verdadera intención y finalidad sólo él conoce, pero por muy intangible que sea el alma humana, la pasión lleva al hombre a la intención y ésta a la acción, que queda reflejada en su tiempo como un sello, pese a la mudez de sus planes. En la actualidad vivimos los esperpentos de un puñado de almas humanas, una de sus consecuencias podría ser la pandemia, que ha generado una burbuja de pseudodiscurso y pseudoacción en nuestra cultura.

En pleno Renacimiento los científicos naturales llamaron filosofía del “como sí” a la solución teórica que, a falta de instrumentos técnicos que les impedían medir ciertos fenómenos con precisión, explicar sus causas y predecir sus consecuencias, les permitía dar una solución de compromiso a los interrogantes de la humanidad. La caverna es una filosofía del “como si” invertida que genera una pseudopolítica.

Por suerte, aún hay preguntas por contestar, entre ellas, la más importante, la que nos acucia desde que cumplimos la mayoría de edad que no nos ha hecho más humanamente responsables. Y mientras haya preguntas habrá filosofía, aunque sea algo aparentemente inútil e improductivo. ¿Es posible que de tanto negar al sujeto acabemos afirmándolo?, le pregunto a mi gato. Sé que no va a contestarme, pero no me importa. Estamos tan ajenos como él a estas preguntas. Sólo la imperiosa necesidad de acudir a lo inmediato para satisfacer las necesidades básicas del hombre podrá ensombrecer la filosofía y diluirla aún más en la sociedad tecnológica que nos envuelve para que volvamos a diferir las preguntas sin respuestas.

El Bosco, El jardín de la delicias 1500-1505, detalle de la tabla central

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por interesarte por mi blog y hacer tus comentarios y sugerencias.