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29/03/2020

La presencia de lo cotidiano

Nada es casual. Hasta el gesto más nimio es premeditado. No preguntes nunca, las preguntas están fuera de lugar. La mejor respuesta es el silencio, porque el silencio y el infinito son casi lo mismo. Simplemente todo es como sucede, solo habría que tener en cuenta un leve matiz: el hilo con el que se tejen las relaciones de la naturaleza no es el mismo que aquel con el que tejemos la cultura. Son ovillos diferentes, aunque estén cruzados, pero cada uno marca su puntada en el tapiz, de distinto color y forma. 


No sé si esa será la respuesta, pero me trae buenos recuerdos. Pasan por mi mente todas las imágenes, las de mi vecina haciendo ganchillo en la ventana y las de mi madre tejiendo ese jersey de ochos gris tan tupido, hasta mi gato jugando con la pelota de lana en el salón. En ese momento el sol lo iluminaba todo, pero de forma tenue, cándida, como si envolviese el ambiente en algodones.


No busques respuestas, las preguntas no tienen sentido porque la naturaleza no las entiende y no podrá contestarlas, al menos de la forma que tú esperas. El momento de mayor felicidad es aquel en el que las preguntas están ausentes y lo único presente es el gato agitando la bola de lana y deshilachando sus fibras. Es posible que esa sea la felicidad, la pura presencia de lo cotidiano.  


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