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29/12/2019

Esto no es una pipa

Esto no es una pipa o cómo conocemos. Reflexión personal sobre la actividad representativa del conocimiento a propósito de la lectura de Foucault y el lienzo de Magritte



Podríamos definir el conocimiento como una actividad representativa del ser humano en relación con un objeto que se le presenta a través de sus facultades sensoriales y que éste reproduce creativa y simbólicamente. En este sentido, podríamos subrayar que el conocimiento es activo, creativo y tiene una función representativa, es decir, re-presenta la realidad o vuelve a presentárnosla ya cognitivamente reelaborada. Este aspecto del conocimiento nos remite a varias preguntas.

Teniendo en cuenta que el producto del conocimiento, es decir, las ideas, reelaboran cognitivamente nuestro encuentro con la realidad circundante y lo vierten o convierten simbólicamente en un código, en un lenguaje, ¿no son el arte y el mito dos códigos simbólicos o lenguajes que pretenden representar o presentar de alguna manera esa prístina relación del sujeto con ese trascendental que hemos llamado realidad? Es decir, en tanto que sujetos cognoscentes, estamos obligados a codificar esa representación, solo podemos mostrar nuestra relación con la realidad mediante un código, quedando ésta siempre velada o mediada por una re-presentación, por un lenguaje, por un signo. En este sentido, tanto la poesía como el arte son códigos y, por tanto, lenguajes que nos remiten a una relación representativa concreta y particular con la realidad y con la experiencia concreta vivenciada de la misma. Todos nuestros códigos simbólicos, que son productos cognitivamente reelaborados, remiten a un poso experiencial primario, ya sea de carácter individual o colectivo y, por tanto, el saber que se presenta a partir de ellos representa un aspecto concreto de ese prisma complejo y plurivalente que supone la relación experiencial con el entorno, en tanto seres humanos que somos y en nuestro proceso de evolución como especie. Por ello, aunque paradójicamente atribuimos más valor en nuestra cultura a una serie de saberes, todos ellos nos completan como seres humanos y, por este motivo, su presencia en nuestra cultura y nuestro sistema educativo es necesaria y sin ellos progresivamente nos deshumanizaríamos.


El lenguaje articulado, su relación con la imagen, la imagen como signo representativo icónico presidido por la ley de la  semejanza y la relación de estos tres vértices con lo que habitualmente llamamos realidad y sus derivas posmetafísicas en los discursos de la actualidad -sean estos los medios de comunicación de masas o el arte y la forma constante de rehacer y deshacer los códigos de estos discursos- son los principales problemas abordados en el cuadro de Magritte y el ensayo de Foucault, que desde el punto de vista de la filosofía remiten a los problemas recurrentes de la realidad y el conocimiento.

 Supuestamente, el lenguaje articulado, en su  historicidad partió de un desarrollo icónico en el que el signo no era grafía abstracta, sino imagen cuasi pictórica o sonido traducido a grafía. Tal es caso de los jeroglíficos o los pictogramas. Por su parte, el arte, en su desarrollo histórico ha sufrido un proceso de abstracción como el lenguaje y de representar fielmente el objeto mediante las leyes de la semejanza, ha pasado a cuestionarse esta relación de representatividad y a subvertirla a partir de distintas técnicas y lenguajes propios hasta quedarse incluso con el concepto, con la idea misma pensada en el proceso de ejecución. Por otro lado, la poesía, más que enfrentarse al imposible de representar mediatamente mediante el lenguaje esta relación, que se presume original e inmediata y, en ese sentido, no traducible a ningún código, intenta por todos los medios presentarla, hacerla de nuevo presente, aunque -paradójicamente- sea a partir de la representación lingüística y los recursos de un lenguaje gastado, que con esta finalidad siempre está el poeta recreando y haciendo nuevo.


Tales son los problemas que nos presenta, René Magritte en su óleo sobre lienzo de 1928-29 Ceci n'est pas une pipe, a través del cual pretende deshacer la relación causal entre la imagen pictórica representada y el texto que la niega, también representado en el lienzo; así como su relación de semejanza o desemejanza con la supuesta realidad que figuran, a través de la semejanza en el caso de la imagen y del código abstracto en el caso del enunciado pintado. Dicho enunciado ya no forma parte propiamente del lenguaje abstracto, sino que se convierte en representación pictórica del mismo. Posiblemente Ceci n'est pas une pipe no es únicamente un caligrama deshecho, sino un pictograma o sinograma cruzado. Magritte va más allá y representa pictóricamente a través de la semejanza, el lenguaje mismo, el enunciado, que convierte en pictograma lingüístico, subviertiendo su naturaleza representativa de código abstracto separado ya de la imagen y, por tanto, invirtiéndola. El pintor aplica al lenguaje las leyes pictóricas al incluirlo en el lienzo y con ello deshace su tradicional función como código lingüístico y lo convierte en un código pictórico, sometido a las leyes de la semejanza que, en última instancia, retrotraen al enunciado a su origen icónico.


Su finalidad es llamar la atención autorreflexivamente sobre el mismo  proceso de codificación. En el caso de la imagen, Magritte pone de manifiesto, negándolo y aplicándolo al enunciado,  el proceso de representación pictórica basado en la semejanza como una ley implícita a lo largo de la historia de la pintura. El enunciado pintado de Magritte, por un lado, manifiesta el proceso de abstracción simbólica, cuasi numérica, que sufre el lenguaje y, por el otro, pone en entredicho que el enunciado apunte externamente a un objeto e internamente a una imagen y a un significado compartido al convertirlo en imagen y aplicarle los códigos pictóricos, e incluso le impide que comente la imagen que aparece en el cuadro, que a todas luces es negada por el lenguaje pintado; es decir, por la imagen misma, cuyo código de representación ya no le pertenece. En definitiva, Magritte deshace los códigos, los invierte y los entrecruza, para mostrar el proceso mismo de codificación humanael conocimiento y su materialización y cristalización histórica en el lenguaje pictórico y en el articulado, que el pintor transforma en imagen que niega la imagen. Por ello, nos dice Magritte, que su propósito al pintar es hacer visible el pensamiento. Haremos nuestro el propósito de Magritte: pensaremos para hacer visible el pensamiento o su estructura, algo que antes dábamos por supuesto y que, en definitiva, es lo que Magritte pretende con su lienzo. René Magritte, en mi humilde opinión, es el único pintor de la historia que yo conozca que ha sido capaz de representar a través de la pintura el proceso gnoselógico y simbólico mismo o apuntar a él mediante el lienzo en un procedimiento deconstructivo histórico y textual que se hace patente en el análisis del cuadro, pero que está en él implícito y oculto como un misterio, como una aporía.

Su propósito no es designativo ni representativo, sino metafórico: mostrar oblicuamente a través de un lenguaje, en este caso, pictórico, el proceso mismo de creación de códigos y el tejido de sus relaciones gnoseológicas, lingüísticas e históricas, de ahí el interés implícito de Foucault en los lienzos de Magritte, pues Magritte pone en ejecución a través de la pintura el método arqueológico del estructuralismo. Ceci n'est pas une pipe podría ser casi una metáfora pictórica del proceso de representación y codificación humana, una especie de tejido histórico de códigos, textos y procesos, representados en una simple pipa, pintada con exquisito detalle y realismo, cuyas curvas muestran dos invisibles espirales de Fibonacci y un enunciado escrito en una pueril e inocente caligrafía escolar. Es posible que Magritte haya logrado pintar lo que Wittgenstein enuncia en las proposiciones 2.17 y 2.172 del Tractatus, es decir, la forma que tiene el leguaje de figurar la realidad, el hacerse de este proceso, aquello que precisamente Wittgenstein caracteriza como un imposible intrínseco al lenguaje en su forma de representar: 

"2.17 Lo que la figura ha de tener en común con la realidad para poder figurarla a su modo y manera -correcta o falsamente- es su forma de figuración.

2.172 Pero la figura no puede figurar su forma de figuración; la ostenta." (Wittgenstein, 2009, p.17).

 El lienzo es tan plano y bidimensional que podríamos preguntarnos por qué Magritte no hace uso de la perspectiva. La bidimensionalidad es una estrategia deconstructiva, que evita la semejanza y acentúa el proceso de codificación, además de hacer posible la pregunta por su sentido, propiciando un decurso histórico inverso por distintos lenguajes, entre ellos, el pictórico. El lienzo de Magritte nos interpela por el sentido de la representación, por el lenguaje y el conocimiento desde la pintura. Utilizando una terminología wittgensteiniana, Magritte logra hacer transparente, no la figura lógica de la representación en sí misma, pero sí su proceso. Hay una precisión no sólo pictórica y lingüística, sino también matemática en el lienzo de Magritte. Musicalmente hablando, lo podría incluso comparar con una pregunta sin respuesta, como el mismo Magritte afirma, la misma que se hacen Schönberg o Ives desde otro lenguaje que rehace también los códigos establecidos. Magritte, en este caso, no pretende romper con ellos, sino hacer visibles sus relaciones implícitas y presupuestas, en este sentido, consigue trascender con Ceci n'est pas une pipe todos los lenguajes desde un lenguaje.

 


En conclusión, Magritte se cuestiona algo similar a lo que me vengo a plantear en esta reflexión: el conocimiento implica implícitamente, en tanto que parte de un sujeto, una relación representativa mediante un código, ya sea este un mito, un cuadro, un poema o la propia ciencia; en este sentido, no podemos presentar la realidad, sino tan solo intentar representarla de alguna forma. En la Antigüedad se pensaba que la forma de representación era especular y absolutamente coincidente entre la idea y el objeto, pero a lo largo de la historia del pensamiento se ha cuestionado este carácter especular de la representación gnoseológica incluso en la propia ciencia positiva. No obstante, si el conocimiento científico no fuera más que otro tipo de lenguaje que intenta a través de las teorías dar sentido a un conjunto de fenómenos, ¿cómo orientarnos entonces en la realidad y en la vida sin un conocimiento seguro?, ¿a qué llamaríamos verdad? ¿Qué es entonces la verdad?

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